El ibuprofeno está tan incrustado en España que nadie duda un solo segundo en metérselo en la boca si se cumple alguno de los síntomas. Su efectividad le ha permitido colocarse como uno de los medicamentos más vendidos en nuestro país, amén de sus propiedades aliviadoras: es analgésico, antiinflamatorio y antipirético -que reduce la fiebre-. Todo en uno. Sin embargo, ningún medicamento es gratuito al cuerpo; y en el caso del ibuprofeno, su inocuidad se desvanece en un mar de efectos secundarios.
«Abusamos mucho del ibuprofeno y abusamos mucho de los antiinflamatorios», contesta Agustí, que pone el punto de mira en ese consumo desmesurado para explicar las múltiples complicaciones que se derivan de él. «Se toma para problemas en los que ni es necesario, como la artrosis. Si no hay inflamación de la articulación, mejor usar un analgésico», sentencia la experta.
Se trata de un antiinflamatorio no esteroideo (AINE), medicamento que, tradicionalmente, se ha asociado siempre a efectos indeseados. Tras los buenos e inmediatos resultados, el ibuprofeno parecía romper con una estirpe farmacológica y se alzaba como la solución. Sin embargo, el tiempo, que todo lo cura, se ha encargado de quitar parte de la razón a la pastilla.
El estudio venía a decir que todos los antiinflamatorios no esteroideos podían incrementar este peligro, aunque no existieran patologías previas, porque aumentan la presión arterial. Para comprobarlo, el trabajo recogió una muestra de casi medio millón de participantes, más de 446.000; con un descubrimiento escalofriante: el riesgo se produce cuando se ingiere en dosis altas y desde la primera semana de toma.
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